“Un sábado de mayo de 1953, dos años antes de los acontecimientos de Barracas, un muchacho alto y encorvado caminaba por uno de los senderos del parque Lezama.
Se sentó en un banco, cerca de la estatua de Ceres, y permaneció sin hacer nada, abandonado a sus pensamientos. <<Como un bote a la deriva en un gran lago aparentemente tranquilo pero agitado por corrientes profundas>>, pensó Bruno, cuando, después de la muerte de Alejandra, Martín le contó, confusa y fragmentariamente, algunos de los episodios vinculados a aquella relación.”
Sobre héroes y tumbas (1961), Ernesto Sábato.
Un sábado de mayo, tal vez como éste.